Vengo escapándole al blog porque me siento obligado a escribir un balance para esta época, y odio los balances. Sin embargo, en vista de que no voy a poder escribir nada sin esquivar este molesto obstáculo, decidí cortar por lo sano y hacer un balancete medio chongo como para sacarme el tema de encima.
Para aquellos que siguieron este modesto blog que sólo quiere cambiar radicalmente las formas de pensar de la humanidad (e incluso, tal vez, de los alienígenas) tal vez se sorprendan al ver que, tras mostrarles qué tan psicótico puedo ser, el balance me haya dado positivo.
Antes de que comiencen vuestras sospechas de que "cociné" el balance, de que pretendo evadir tributos afectivos, o que he disimulado pérdidas como "costos de instalación", les digo simplemente que el resultado final se debe en parte a un brusco aumento de ganancias personales en el último trimestre (véase Anexo II, Cuadro de Resultados).
Por otra parte, hay que tener en cuenta que el blog funcionó en gran medida como válvula de escape de mis frustraciones, más que como fiel reflejo de mi estado de ánimo. Si bien es cierto que fue un año "bastante pedorro" por expresarlo en términos contables (de acuerdo con la Resolución Técnica Nº6 de la FACPCE) también es cierto que aprendí muchas cosas, a enojarme y pelear por cambiar cosas que me angustian, por ejemplo. El enojo no queda lindo, pero es algo a lo que no solía estar muy habituado. Prometo tratar de enojarme menos y de manera más eficiente el año que viene.
En lo personal, fue año de extremos. Tuve que dejar atrás historias que representaban mucho en mi vida. Aparecieron otras historias que representan mucho en mi vida cuando menos lo esperaba, por supuesto. Al destino no le gusta el sedentarismo afectivo.
Me divertí mucho, me enojé mucho, lloré una poca...nada del otro mundo, bah.
Creo que puedo decir que fue un año de ironías. Ironía fue que el rescate emotivo (con perdón de los rolingas) viniera de una persona a quien veía más como rescatanda que como rescatadora.
Ironía fue que tras mi ataque de rebeldía laboral por la continua, insoportable humillación que significa el trabajo en un ambiente de mediocracia total, en que terminé a los gritos pidiendo que me despidan, termino siendo uno de los pocos sobrevivientes, mientras que aquéllos que postulaban un aguantar con los dientes apretados y tratar de pasar el mal trago quedaron afuera. Eso incluye lamentablemente a gente que considero muy capaz y que quiero mucho. Lo cual demuestra que en estos casos uno nunca gana.
Mensaje para mi vieja, que jamás leyó este blog y espero que no lo lea nunca: ella siempre se sintió un tanto disminuída en su orgullo porque sus hijos no fueron nunca becados en universidades extranjeras, ni exitosos profesionales multipremiados como los de sus amigas.
Bueno, vieja, al menos te salimos luchadores, que no es poco.
(Si alguno leyó hasta acá, es un masoca total o tiene demasiado tiempo libre)
Además, soy de la opinión de que Cartago debe ser destruída.
2008, ahora es tu turno.
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