martes, 30 de noviembre de 2010
Ars Comica
Todo ser humano ha sido bendecido con algún don especial. Algunos poseen una fuerza ciclópea, otros la sabiduría de Palas, la astucia de un Odiseo o la belleza de un Ganímedes (aquel joven mancebo que el mismísimo Zeus consideró lo suficientemente atractivo como para llevárselo al Olimpo como "copero de los dioses" para ser empernado por los siglos de los siglos, amén).
Otros poseerán la agudeza de un Diógenes, el sentido estético de un Fidias, el carisma de un Pericles, la valentía de un Héctor, la sensualidad de un Paris o la riqueza de un Midas.
Algunos más, en fin, y de manera más pedestre, habrán sido bendecidos con un poderoso príapo que hará suspirar a las mujeres.
Nada de eso me ha sido dado.
Las Gracias, reacias ellas a derrochar sus dones en mí, no me olvidaron del todo, felizmente. Por ello, me fue dado el don del gracejo. No es el más grande de los dones, lo admito. No es ni siquiera suficiente como para permitirme contar de manera más o menos decente aquél chiste del Soldado Chamamé, sin ir más lejos. Pero sí me permite expresarme de manera más o menos graciosa, arrancando si no una risa franca, al menos esa risotada seca y breve a medio camino entre la tos convulsa y el rebuzno, esa maravillosa música etc., etc.
Como todo hombre que se precie de su "chistosidad" (bueno che, me aburrí del tono pedantesco por un rato) no dejo de asombrarme a veces de las risas ante mis frases más inocentes ("Che, me parece que me jodí el menisco" "Ay, vos siempre el mismo juajuajua quehijjjj...."). Como todo chistoso, también, me suele ocurrir que trato de encontrar una frase que me resulte tan graciosa a mí mismo como le resulta al resto.
El viernes pasado creí tener esa epifanía.
CASA DE MI HERMANA 22:30HS. - CUMPLEAÑOS DE NICO
Mi hermana menor conversaba con una amiga y mi otra hermana sobre las virtudes de cierto abrigo de piel de ante. Un tema que rankea en mi lista de temas para departir a la misma altura que "Escándalos del mundo de la pelota vasca" y "Procesos de sedimentación de la caliza oolítica". Esto es, hasta que los cielos se abrieron y me fue dada la sabiduría para el retruécano perfecto. Entonces, como un rayo, exclamé:
"Los abrigos de Ante no son como los de Angora"
Mi risa se desvaneció, débil y hueca, en el silencio del comedor...
martes, 23 de noviembre de 2010
Derrida meets Petrocelli
Extracto textual de un escrito presentado por un abogado de mi laburo:
Al respecto, Zaffaroni afirma que, más allá del tipo legal, existe otro tipo, que perteneciendo al primero (ya que es necesario para determinar la tipicidad penal de una conducta) y que por conglobar la consideración de la conducta legalmente típca, es un tipo conglobante, que nos sirve para establecer la tipicidad conglobante de una conducta legalmente típica
jueves, 18 de noviembre de 2010
Ataque de furia que me salió medio podetístico no sé por qué
L’otro día, mientras seguía por televisión la apasionante última fecha del campeonato de Fórmula Uno, mi cerebro finalmente registró lo que me lleva molestando durante años sin que nunca me percatara del todo: hablo de las publicidades en medio de los eventos deportivos y su estúpida filosofía subyacente.
No me refiero a las publicidades de los sponsors, esos aburridos institucionales de Bancos, Compañías de Seguro y Tarjetas de Crédito que creen que una muestra de su excelencia y orientación al cliente implica llevarnos al borde del genocidio con intrascendentes mensajes que se repiten unas 50 veces en una sola tanda (después de todo, son sponsors de estos eventos y hay que respetarlos). Me refiero al resto, que probablemente no son sponsors del evento en sí, a menos que el Campeonato Mundial de Fórmula Uno esté esponsoreado por un par de membranas para techos, caños de plástico y pintura sin lijado previo. Ah, y también estas publicidades son repetidas unas 50 veces en una sola tanda.
Ahora bien, qué extraña asociación libre lleva a los canales de TV a suponer que una persona que se encuentra repatingada cual Maja Desnuda (menos lo Maja) en un sillón un domingo escuchando el hipnótico FIUNNN de dos docenas de coches durante dos horas ininterrumpidas es una de esas personas que impermeabilizarían su propio techo, o se plantearían las ventajas de un tipo de cañería para la casa por sobre otro de distinto material? Nótese que lo mismo ocurre con los partidos de fútbol, o tenis, con el agravante de que hoy día un seguidor de fútbol probablemente se pase TODO el domingo, arrancando con el apasionante match entre el Wigan y el Blockburn, y terminando pasada la medianoche con el replay de Aldosivi vs. Desamparados. Definitivamente, no tu albañil promedio.
Para añadir sal a la herida, al filosofar esto en voz alta entre amigos, surgió la clásica recriminación del sector femenino: “Podrías hacer eso, en vez de perder el tiempo delante de la TV viendo esas carreras estúpidas!”. Momentito, vamos por partes: llamar a las carreras “estúpidas” debería estar penado con la muerte, sin temor a exagerar. Más, proviniendo del género que no ve nada malo en recordar el nombre de 40 freaks que se pelean en un set de TV por razones nimias, e incluso se emocionan “por el mal momento que pasó la modelo X”. Secondo, y aquí está la madre del borrego: por qué aceptamos mansamente la supuesta superioridad del hombre que se arregla su propia casa por sobre el esforzado televidente de fin de semana???
Acaso un hombre cubierto en sudor porque se pasó 4 horas eligiendo la mecha para hacer un agujero por el que pasar un cable es merecedor de nuestro aplauso? Dedicar 10 horas de descanso a arrojar una sustancia viscosa y maloliente en un techo y esparcirla bajo un calor agobiante es una tarea digna de un Nobel? Por qué yo, que paso 2 horas decodificando la información transmitida por millones de microscópicas lamparitas de colores y barruntando tiempos de vuelta, recordando colores de cascos y soportando el hipnótico FIUNNN no soy merecedor de igual o más alabanza? Qué tiene de especial perder 5 horas clamando a Belcebú y forcejeando con esa arandela de la canilla? Dónde está el desafío? Es como una larga masturbación, en la que la descarga final no es un placentero orgasmo sino un brote psicótico, varias heridas cortantes y una gruesa capa de mugre.
Basta! Saquémonos la careta! Recuperemos nuestra dignidad de bolsas de papa echadas a la bartola en un sillón! También somos merecedores de amor, afecto y publicidades de cosas más útiles! (Por ejemplo sillones, baterías para controles remoto, y esas agarraderas largas para poder agarrar las medialunas de la mesa sin levantarnos)
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